EL SEÑOR «YO SÍ SÉ»

Y aquí viene el señor «Yo sí sé», apropiándose de la audiencia, queriendo demostrar su infinita sabiduría, restregándole al vulgo su cultura, sermoneando a los incautos. Aquí viene el «señor enciclopedia», con afán de domador, a ponernos el pie encima con sus pocos, cuántos, libros leídos. Aquí viene el «señor infalible», con su experiencia de vida adquirida en internet. Aquí viene el «señor sabelotodo» con su pompa y pedantería y un sinfín de palabras enredadas para ser dichas con voz engolada. Aquí viene ese «pequeño profesor» a darnos una clase, a decirnos lo que deberíamos hacer, a mostrarnos su gran estatura, disminuyendo la nuestra con evacuaciones de verborrea. Este tipo cabezón, incapaz de sorprenderse, de aprender y sonreír, cuando se siente inadecuado, usa el sarcasmo.

Tiene complejo de amaestrador, interrumpe sin pedir permiso, como si lo que él tiene para aportar, es más interesante. Todo lo explica, es dueño de la última palabra, jamás duda y gusta de corregir o contradecir, solo por el interés de descontrolarnos, para mantener su autoridad sobre sus oyentes. Suele tener el pecho inflado y mirar de arriba abajo, le gusta ver fijamente a los ojos para intimidar a quien pudiera ignorarlo. De andar pausado y vigilante, eleva su cabeza como un periscopio para que nadie resalte sobre él. Un «súper razonador» empedernido, que con argumentos intelectuales, exuda seguridad, para garantizase elogios y aprobación.

Pobre señor «Yo sí sé», maestro de gratis, de respuestas ingeniosas, carente de espíritu y escucha. ¡Pobre!,  porque detrás de sus palabras y arrogancia, no hay un hombre, sino un niño asustado, incompetente para admitir objeciones a su ego inflado por compensación. Un pequeño disfrazado de grande, que no sabe hacer contacto, y que ha envanecido a su cabeza, por encima de su sensibilidad. Un chiquillo creído que, en vez de llorar, avasalla y se queda solo en su mundo de razonamientos fríos y desalmados. ¡Pobre señor «Yo sí sé», tan leído, tan experto, tan sabido y tan vacío! Conoce de conceptos y definiciones, pero se pierde en la acción. Necesita tanto de nuestra atención, que cuando obtiene una legítima, plagada de intimidad, recurre a su repertorio de frases hechas, de frases vanas. ¡Pobre señor cuadriculado, escondido en las faldas de su mente, mientras se pierde la vida!

¿Lo conoce, lo ha visto alguna vez?…  ¿Quiere saber qué hacer cuando lo tenga frente a usted? Primero que nada, ¡cuidado!, estos individuos suelen ser contagiosos. Segundo, ¡cuidado!, estos personajes, son altamente patógenos. Pero si usted es de esas personas inmunes a la soberbia y tiene una autoestima lo suficientemente solvente, sabrá que lo mejor, es no engancharse.

Déjelo sentirse importante, es vital para él.  Luego márchese discretamente, lo más lejos que pueda, porque sujetos como estos, atropellan (con estilo, sí)… pero maltratan.

 

 Victoria Robert