LOS DOÑOS

Es impecable, sin dudas. Regia, como dama noble recién empolvada, acostumbra a ostentar un exquisito olor a jazmín que a lo largo del día va adquiriendo un chispeante matiz cítrico. Todo el que la conoce sabe que ese es el aroma natural de su hermosa piel transparente y suave. Seduce a cada paso, pausado y elegante, en el que luce una postura insuperable y se espiga aún más cuando estira levemente su alargado cuello para contemplar la pulcritud de sus aposentos, mientras calcula la hora del día, gracias a la intensidad de la luz que se asoma entre las transparencias de sus cortinas de organdí.

Siempre hemos dicho que tiene manos de pianista: dedos largos, ágiles y delgados. Cejas pobladas, nariz fina, y una boca muy provocativa que suele hacer una expresión en extremo curiosa cuando por alguna razón manifiesta desacuerdo. Une y encoge sus labios como quien pretende dar un beso al aire, pero en realidad está poniendo en duda, desaprobando lo que sea que ocurra enfrente de su ceja izquierda levantada y su respingada nariz. Detesta que la contradigan. Y cuando señala, su dedo índice cambia, de refinado a vulgar, de terciopelo a púa, de seda a ponzoña.

Para ella, el señalamiento, el deber, lo permitido, son extraordinarios recursos para parir su mejor versión de ti. Es rígida, sí. Es exigente, claro. Pero ella asegura que lo hace por tu bien. Es que para Doña Perfecta es fundamental cuidar las apariencias, quedar ante los demás como un modelo o ejemplo a seguir. Algunos insensatos, temerosos de su poder, cuchichean a sus espaldas, su propensión a ser “luz para la calle y oscuridad para la casa”, como si eso la pudiera ofender, como si consiguiesen difamarla, cuando en realidad para eso vive. Ella se esmera en que estés la mayor cantidad del tiempo dedicado a quedar bien, a hacer lo correcto y a cuidar del “qué dirán”. Porque si hay algo que a ella le preocupa, es que jamás, nunca, ni en todas sus reencarnaciones posibles, nadie pueda decir nada que ponga en entredicho su nombre, su imagen, su prestigio.

Es definitivamente intachable, exquisita, adorable. Todos queremos ser como ella. Sabemos que usa la tortura, la descalificación, la humillación, pero sin duda, siempre será por tu bien.
A veces se pasa un poco y consigue bajarte la autoestima, hacerte dudar de tus capacidades, pero su intención es loable: no quiere que se te suban los humos. En el fondo te protege de ser arrollado por las apetencias de tu ego insaciable.

Es una maestra. Ha conseguido adquirir su inigualable experiencia, a través de la tradición oral legada por sus ancestros. Su conocimiento sobre tus debilidades es tan vasto y profundo, que pareciera que le han hecho una especie de transfusión de tus pensamientos, que le implantaron un chip para detectar tu culpa o tu lástima y que le insuflaron la habilidad de leerte la mente, pues nada se le escapa, ningún error, ni el más mínimo detalle. Gracias a ella cada día vas mejorando en las artes de la moderación, a un punto tal, que solo te equivocas en tu cabeza, porque antes de arruinarlo, ella (prodigiosa como siempre) se anticipa y aparece ante ti como si se tratara de un suceso providencial, para evitar que lo que estás pensando se materialice. Es admirable, porque cada día consigue que tengas menos razones para arrepentirte.

Controla tu rendimiento, tu uso del tiempo y, como no aprueba que lo malgastes en esparcimiento o descanso, apenas transige en el mínimo indispensable para mantenerte operativo. A lo largo de los años ha ido ampliando su repertorio de exigencias y  deberes, de manera que hagas tu mejor esfuerzo para obtener para ella el reconocimiento que merece, y el aplauso para el que nació. No importa tu sufrimiento, su satisfacción bien lo vale. ¡Claro, es una diva! y mientras tu trabajas, ella brilla.

Está convencida de que todo lo ha hecho bien, por lo tanto, debe continuar haciéndose según sus pautas. Así que no cambia. Y como no le gustan las sorpresas, nada que no pueda calcular, controlar o detener, carece de espontaneidad. Cada ínfimo detalle en su apariencia esta estudiado, ensayado, corregido, fotografiado, aprendido, probado y, por supuesto, verificado.

Es necesario aclarar que esta Doña tiene su contraparte masculina. Es decir, también existe un Don Perfecto y por supuesto, su género dependerá del de su esclavo. Si eres mujer, estarás sometida por La Doña, si eres hombre, tendrás entonces el privilegio de ser oprimido por El Don. En realidad no hay distinciones a la hora de dejar entrar a estos personajes en tu casa. Siempre y sin error, terminarás sirviéndoles. Hay algunos que se creen a salvo porque dicen haberlos echado de su hogar y celebran su libertad. No saben que Los Doños conocen sus más imperfectas fisuras, y que cuando necesiten agradar, cuando extrañen el reconocimiento de otros o busquen aceptación, es porque ya están instalados desde hace rato en su vida.

Menos mal que tú ya lo has asumido y no luchas para emanciparte. Por eso eres tu perfecto sirviente.

Victoria Robert

1 comentario en «LOS DOÑOS»

  1. Excelente y la frase final es lo más sarcástico por si no te identificaste con la historia, pues te lo resumo en sarcasmo… me encantó y claro no hay historia que hagas donde siempre me tocas una parte de mi

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