LA SEÑORITA «PERO»

Delgadísima y apurada es la mejor manera de describir a quien acostumbra a moverse entre los “sí” y los “no” con la agilidad de un lince, la levedad de un colibrí y la suspicacia de las hienas. Nada la satisface plenamente y, queriendo hacer migas con Dios y con el diablo, anima, decepciona y paraliza al que se le ponga por delante. Le gusta ser buena y complaciente y, como le cuesta tomar posturas que pongan en riesgo la aceptación que otros tengan de ella, termina siendo una mala y esquiva jovencita. “Si… pero no”, es uno de sus más atesorados lemas existenciales. Usa el “si” para transigir y el “no” para equilibrar. No es que le guste oponerse, es que no se atreve a decir “no” sin haber dicho antes que “si”. Frena, cavila y disemina su ansiedad por todos los espacios que visita. Suele ser popular, tanto en ámbitos exigentes, como en pequeños recodos. No importa que tengamos que elegir asuntos trascendentes o insustanciales, ella aparece suave y sigilosa para ofrecernos su tentador “y si… (Tal cosa)”. Es que aunque a la Señorita “Pero” no le guste ostentar, debo reconocer que tiene especializaciones, doctorados y maestrías en la siembra de expectativas catastrófica y la conservación del status quo.

Así, delicada, grácil e insegura como es ella, pretende que su vida y la de quienes la rodean, esté recubierta de certezas absolutas y códigos de verificación. Definitivamente para ser su amigo hay que quererla, porque de otro modo sería muy difícil salir airosos de su compañía, sin soñar con destrozarle el pescuezo o arrancarle el cabello a jirones. Hay que verle la cara al tiempo que se pierde con ella tratando de brindarle seguridad, responder a cada una de sus inquietudes y luego, cuando pareciera estar convencida para tomar alguna posición, ver cómo (por el temor a que algo salga mal), echa para atrás sin transición ni dudas, hacia su cómodo espacio conocido, acolchado y sin sorpresas. Es hábil. Propone ideas, y una vez que consigue buenos argumentos, de inmediato empieza una sucesión de réplicas para asegurarse respuestas a prueba de errores.

Es ingeniosa en el uso del verbo y mucho más astuta en el manejo del lenguaje corporal. Tiene un arsenal de gestos sutiles, capaces de hacer dudar al más seguro de sus conocidos. Cuando baja la mirada, cuando quiebra la voz, cuando guiña su ojo izquierdo de manera casi imperceptible mientras contrae ligeramente la comisura de sus labios por el lado derecho, consigue más que una pataleta en medio de un centro comercial del niño más malcriado y escandaloso que pueda existir. Cuando frunce el ceño o mueve nerviosamente alguno de sus pies mientras tamborilea con su índice derecho, saca a quien tenga en frente de su centro con tal de hacerla calmar. Ni hablar de cuando suspira y usa su cara de aflicción. No es fácil.

 

Es importante aclarar, que hay tanto “señoritas” como “señoritos”. No es un asunto de género sino de “peros”. Los varones especialistas en ejercer este tipo de obstáculos, repiten al calco el procedimiento antes descrito, solo que a veces usan bigotes, gorra, y tienden a disfrutar de una voz menos atiplada, más ronca, más oscura.

En realidad son una familia numerosa: El Señor “No obstante”, casado con Doña “Sin Embargo”. La Tía solterona “Tenemos un inconveniente”, enamorada de toda la vida un rubio de ojos azules, apellidado Míster “Objeción”. Luego están los hermanos “Aunque” y “Mas”, la prima “Es que…” y por último, lo menores de la casa, dos adolescentes adorables llamados “Ya va” y “A mí me parece que”. Una estirpe que goza de gran renombre tanto en hogares acaudalados como humildes, sin distingos ni discriminación. Una casta profundamente democrática. Por eso nos encariñamos con ellos y terminamos poniendo en práctica todas sus estrategias de “peros” “y si” y demás recursos que dejan los compromisos para mejores momentos. Son tan incondicionales como el miedo y tan eficaces como la costumbre. Y de tanto visitar este hogar y sus maneras, terminamos haciendo de los “imposibles” nuestro modo de vida.

Para salir de esta dulce compañía es necesario entender que en realidad es amarga, es frustrante y paraliza. Así que cada vez que un “pero”, se asome por tu boca, muérdelo, escúpelo, date de baja, sácalo urgentemente de tu sistema y quédate con tu primera intención. Siempre será mejor un buen error, que una omisión. Apúrate, porque una vez que te dejes atrapar por el hechizo de la familia de esta señorita, difícilmente podrás escapar.

Victoria Robert

 

 

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