Soy psicoterapeuta. Mi trabajo es hablar con las personas y ayudarlas a darse cuenta, y eventualmente, a resolver sus conflictos. Durante la sesión hago muchas preguntas, muchas, muchísimas.
Las preguntas son el alma de la terapia, son el bisturí del terapeuta. Estamos entrenados desde niños para responder automáticamente, como un acto reflejo a las preguntas. ¿Quieres experimentar?, estoy por hacerte una pregunta. Al leerla observa con atención qué haces dentro de ti. La pregunta es: ¿qué hora es?…
¿Qué hiciste? ¿Viste el reloj? ¿Buscaste la hora en el teléfono o la computadora? La pregunta activó en ti el mecanismo de búsqueda de la respuesta. En Gestalt diríamos que una pregunta sin respuesta es una “gestalt abierta”, una situación abierta y eso crea tensión en nosotros.
Las preguntas en terapia te exhortan a buscar para encontrar, y así poder ver tus conflictos desde otra perspectiva y percibir un viejo problema de manera novedosa.
Hay preguntas profundas y pregunta superficiales. “¿Qué quieres?” puede sonar “trivial”, pero es una interrogante que admite muchos otros niveles. Si queremos profundizar, “¿Qué es lo que ‘realmente’ quieres?”, puede ser una de las preguntas más poderosas que usamos en terapia. Y es poderosa porque quieras lo que quieras, responderás en función de tu motivación. Muchos expresan que desean un montón de cosas: quiero ser exitoso, saludable, buena persona, diferente, etc. Pero si te pregunto si te estás moviendo en función de lo que quieres y tu respuesta es “no”, entonces no quieres lo que aseguras querer, o no lo quieres lo suficiente como para actuar. Es decir, por tus acciones, pareciera que quieres otra cosa.
Creo que todos tenemos la capacidad de cambiar y no necesitamos de una fuerza externa para hacerlo. Esa fuerza está en nosotros. Para cambiar tengo que decidir que ese objetivo es ventajoso para mí y para lograrlo, mi deseo de cambio tiene que ser mayor que mi deseo de evitar ese cambio. Por ejemplo: siempre he querido aprender a dibujar a lápiz, pero es tanto lo que tengo que dibujar y practicar que en realidad prefiero descansar. Entonces mis acciones, son las que dicen lo que quiero. En este caso, descansar. Y eso está bien para mí, no estoy dispuesto a pasar horas dibujando, aunque muchas veces me repita que quiero aprender a dibujar.
Es como si fuéramos dos personas en una, una de ellas es la que hace el trabajo, es la que actúa, y la otra está siempre queriendo cosas y solo pide, no hace más que pedir. Así pues, uno de los “yo” quiere que el otro aprenda a dibujar a lápiz y éste, que siempre está haciendo cosas, trabajando, leyendo o estudiando, jerarquiza sus necesidades y…voila, necesita descansar. Es decir, el yo que hace y actúa, es el que decide, porque el otro es como un niño, pide, pide y pide.
Así que la próxima vez que desees hacer algo, hazte estas preguntas:
¿Qué quiero?
¿Qué estoy haciendo para lograrlo?
Si tus acciones te alejan de tu objetivo, entonces pregúntate si realmente lo deseas. Si tu respuesta es “si”, entonces es hora empezar.
Alfredo Tugues Plaza