Análisis de la película “Seis sesiones de sexo” a la luz del enfoque gestáltico.

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Un Gato y un Adiós

¿Difícil esto de meterle cabeza a las emociones no? A veces pareciera que de eso se trata la psicoterapia, cuando en realidad, en mi experiencia, es al revés. El proceso psicoterapéutico en Gestalt es un camino en donde son las emociones las que le abren paso a la conciencia, dejando atrás a la cabeza. Por eso resulta todo un reto hacer un análisis de algo tan conmovedor como esta película sin salirnos de la experiencia.

Primero que nada, encuentro en estas “Sesiones”, honestidad, respeto, sencillez, valentía,  y un exquisito sentido del humor que nos permite desmitificar al sexo, le quita romanticismo, extravagancia, vulgaridad o compromiso (en el sentido de obligación) y lo muestra como es, lleno de torpezas, de aprendizaje y de entrega. La magia se da en esta película porque hay contacto, de lo contrario resultaría en una fría transacción. Así que aquí disfrutamos del encuentro entre dos seres humanos desnudos ¿Y qué es la psicoterapia sino  pura desnudez?

La película empieza con un gato mirando a través de una ventana, anuncia que se inicia una aventura, que SE ABRE UNA GESTALT, una experiencia para los personajes y para cada uno de nosotros porque todos terminamos tocados, transformados.

El despeinado padre Brendan, nos muestra su camino que va desde el dogma a la complicidad; desde la sotana a la ropa deportiva y unas cervecitas; desde la iglesia a la casa de Mark; desde la confesión hasta la alegría por el amigo.

Cheryl, la terapeuta, inicia su proceso viajando desde las frías y técnicas aproximaciones al paciente, llena de lugares comunes, hasta el contacto humano; desde el “soy reservada, tengo vida privada”, hasta la intimidad con Mark; desde el deseo de “ayudar al paciente” hasta su entrega a él.

El camino de Mark describe un tránsito que inicia en la virginidad y se transforma en experiencia; que parte del miedo y llega a la confianza; que nace en la dependencia y se concreta en autonomía. Mark acude al padre Brendan al principio para pedir permiso, y termina decidiendo por sí mismo, pidiendo un orgasmo y diciendo, por propia elección, adiós.

Este CICLO VITAL de cada personaje, se inicia con una SENSACIÓN y una simple reacción física, cuando Mark es bañado por la torpe Joan, y emocional, cuando Amanda, despierta con sus tiernos masajes, el afecto y el gusto por la cercanía.

Este ciclo avanza con una llamada telefónica que invita a Mark a escribir un artículo sobre “sexo y discapacidad”, luego se alimenta y crece con las entrevistas que Mark hace a algunas personas con discapacidad y entonces, según sus palabras “Se abrió una puerta que no podía cerrar. Había un letrero con tinta invisible que decía ‘no entrar’”… pero Mark entró y se DIO CUENTA de sus posibilidades y, lo que pasa cuanto tomamos conciencia, es que ya no hay manera de volver atrás.

Sin embargo, el miedo a lo desconocido es tan grande que inventamos excusas para retroceder, nos apoyamos en Dios, en lo que debe o no debe ser, incluso en la teoría, la filosofía barata o en los libros. Aparecen todas las creencias que nos ponen salvo de nuevas experiencias. Por ejemplo Mark, mientras mira a Jesucristo, dice con sarcasmo: “Creo en un Dios con un sentido del humor retorcido, uno que me creó a su imagen y semejanza”, y como es fácil responsabilizar a otros de nuestras elecciones (sobre todo a Dios)  el padre Brendan dice más adelante: “Me sorprende la frecuencia con que se hace presente a Dios en el acto sexual”… Con todos estos pretextos, justificaciones y explicaciones, Mark podría haberse detenido en este caminar con ruedas, pero su ENERGÍA SE MUEVE con una POTENCIA inevitable y, a pesar de echarle la culpa a su pene cuando dice: “Mi pene me habla”, Mark avanza en su CICLO VITAL y, como ya su necesidad es mayor a su miedo, acude a la Terapeuta, ACCIONA, SE ATREVE, no sin antes retardar la llamada, o desear que ella se arrepienta (es decir, que ella haga por él, lo que él desearía hacer).

Desde el primer CONTACTO telefónico y durante las cuatro sesiones de terapia, tanto Mark como Cheryl crecen juntos. Los dos traen sus propias heridas y se aproximan desde ellas, por eso, sin quererlo, se lastiman. Cheryl le causa dolor desvistiéndolo, quizá se apresura, quiere ser empática pero es fría, le alaba su camisa más de una vez, se repite. Él le ofrece dinero por adelantado, como a las putas… y los dos acuerdan volver a empezar por sobre sus torpezas y sus imprudencias. Y a medida que transcurren las cuatro sesiones, entre reconocimientos corporales, re-sensibilización, despertares, acuerdos, respeto, límites, explosiones orgásmicas, ambos van adentrándose en la experiencia de intimidad, esa que separa a la prostituta de la terapeuta, es decir: transacción vs. entrega; des-contacto vs. contacto; soledad vs. compañía; descarga y vacío vs. nutrición y crecimiento mutuo;  a los dos los atrapa esa intimidad que no se paga por adelantado, esa intimidad que quizá nunca se termina de pagar porque sólo se consigue amando. Y una vez que se toca el amor, una vez que se conoce, porque los atrapa, es necesario separarse porque tampoco esta es una relación tradicional, es una relación terapéutica con sus parámetros, con sus limitaciones, así que ambos reconocen que el contacto los traspasó y ya no hay posibilidad de seguir avanzando juntos. Mark ha descubierto y explorado su función sexual, ha perdido su virginidad y está listo para construir su propia relación. Cheryl sabe que su trabajo ha terminado y le queda claro que es un trabajo cuando recibe pago por él y como la intimidad que ha conseguido con Mark quizá no la tenga en su propia relación de pareja, le queda ahora revisar, decantar y descifrar lo que Mark le ha enseñado de sí misma. Las despedidas duelen pero son necesarias y como dice Mark “resulta insoportable no poder echarle la culpa a alguien” porque la culpa era cosa de niños y la responsabilidad es asunto de adultos.

Ahora les voy a pedir que abran sus sentidos… y chequeen qué les ocurre con estas PALABRAS…

“Déjame tocarte con mis palabras,

porque mis manos yacen inútiles como guantes vacíos.

Deja que mis palabras entren en tu cabeza empuñando antorchas,

Acéptalas de buen grado en tu ser,

para que puedan acariciar suavemente tu interior”

Sea consciente de cómo se siente…

… Este fragmento del “Poema de amor para nadie en particular” de Mark, le hace un pequeño homenaje a la psicoterapia, porque el psicoterapeuta “toca” al paciente con sus palabras y el paciente “toca” al psicoterapeuta con su experiencia. El psicoterapeuta toca el alma del paciente desde lo más íntimo de su existencia y cuando eso ocurre, entonces se produce una magia que es devuelta con gratitud.

Lo mismo ocurre con esta pareja de extraordinarios actores, porque un buen actor es aquel que es capaz de “tocar” a su compañero y al público con sus emociones. Y para eso es necesario, es vital, entregarse a “ser” el personaje, porque vaya el nivel de compromiso que exige de un actor escenas como estas, en donde su único vestuario, es la piel del personaje. Así que, o te lo tomas en serio y te lo crees y confías en lo que tu compañero te está entregando para devolvérselo con tu organicidad como ingrediente, o te pierdes en elementos externos que en nada ayudan a darle vida al drama que estás creando.

Yo soy actriz y soy psicoterapeuta y no pude haber encontrado dos oficios más humanos porque en ambos, mi materia de trabajo son mi cuerpo, mi voz, mis emociones y mi vida.

El final de la película  no podía ser más sencillo, otra vez el gato aparece, esta vez para cerrar la gestalt que abrió, despide a su amigo tocando con sus cuatro patas el pulmón artificial que dejó Mark. Está vacío porque antes de irse, Mark se llevó toda su experiencia y todo su amor.

Así que como dice el padre Brendan:

“Bienvenidos a las especie humana, cada día una persona le rompe el corazón a otra.”

Y es por eso que hoy seguimos aquí tratando de entender y de meterle inútilmente la cabeza a lo que nos emociona, cuando lo que necesitamos, es un abrazo.

 Victoria Robert